Kiltro
PATADAS QUE SE ATREVEN
Un extraño fenómeno está ocurriendo en el cine chileno actual. Positivo por lo demás, ya que se está dando la lógica que si un país como el nuestro quiere avanzar en materia cinematográfica hasta llegar a hablarse de una ‘industria’ chilena del cine, lo cierto es que este nuevo celuloide criollo debe dar espacio a todo tipo de realizaciones. Pues bien, más temprano que tarde, el cine chileno entra en una vía hasta ahora más bien desconocida, aunque no menos peligrosa. Kiltro, del director y guionista Ernesto Díaz Espinoza, y que entre otros logros contó con apoyo de crédito CORFO para su realización, sin ningún tipo de escrúpulo entró de lleno en el género de acción y artes marciales, siendo que muchos la creíamos solo una intentona más por diversificar nuestro cine, desde luego a costa de granjearse sonoras críticas, la temible indiferencia del público, o simplemente jocosas carcajadas al apreciar el resultado obtenido.
Estamos claros que siempre habrá público para todo, y que muchos de estos espectadores aplaudirán a rabiar propuestas como esta, muchas veces imbuidos por la excitación de ver algo diferente dentro de nuestra realidad, o porque simplemente quieren ser condescendientes con directores atrevidos, lo cual los hará sentirse reflejados en su propia personalidad. Aunque en un género muy distinto, la misma lógica podría aplicarse a lo sucedido con “La Sagrada Familia”, de Sebastián Campos, que siendo una película de dudosa calidad gracias a sus constantes giros provocativos consiguió elogios de proporciones entre aquellos que se sienten más rompedores de esquemas. El caso inverso se produjo con “Fuga”, de Pablo Larraín, que despertó el rechazo generalizado de muchos de estos mismos críticos y espectadores, al considerarla en extremo pretenciosa y políticamente correcta. Con “Kiltro”, algo nos estaba avisando que sería considerada una película de culto por quienes alucinan con el cine bizarro de la violencia, y fue justamente eso lo que terminó sucediendo.
Esta no es ni mucho menos la película chilena del año, a excepción del impacto mediático generado por la osadía de su género, los efectos técnicos que emanan sangre y violencia, y por su puesto el elenco, siendo su principal atracción la presencia del chileno Marko Zaror, entre cuyos pergaminos está el haber sido reemplazante de Dwayne Johnson, más conocido como “La Roca”, en las películas de acción donde este último se llevó los créditos finales. Lo cierto es que nuestra primera película de artes marciales ofrece contrapuntos tan notablemente marcados, que se cometería una culposa injusticia si es catalogada de buena o mala por el simple hecho de darle prioridad a estos elementos discordantes. A la hora de evaluarla en su conjunto obligadamente hay que detenernos en cada uno de sus elementos.
El guión es tan simple que sorprende por lo precario, aunque no menos efectista, y está centrado en una curiosa historia de amor con claros rasgos de adolescencia irritante, y que está ambientada en nuestro conocido y querido barrio de Patronato, quizás el más característico del gran Santiago de Chile. Allí nos encontramos con un tipo de origen árabe, que no queda claro si es un adolescente con rasgos muy maduros o simplemente un veinteañero vago y que se quedó pegado en los diecisiete, cuya única obsesión es conquistar a una muchacha de rasgos orientales pero que no le corresponde. El sujeto en cuestión es Samy (Marko Zaror) y la joven de origen coreano es Kim (Caterina Jadresic). Samy, derivado de Samir, además de una sorprendente inmadurez y cerebro de músculo, desconoce que el origen de Kim marcó una serie de turbulencias entre las colonias palestina y coreana de Patronato. El solo mencionar esta situación ya conlleva una mueca de hilaridad, pero estamos hablando de una producción que si bien de original tiene muy poco, al menos intenta recrear dentro de nuestra idiosincrasia escenas y ambientes como los de producciones estadounidenses y orientales, independiente de su valor cinematográfico.
La trama irá develando los secretos de una antigua traición amorosa que involucran a Kim y a su padre, pero antes, Samy dará sus primeras muestras de superioridad en las artes marciales frente a los alumnos de Terán (Man Soo Yoon), el instructor coreano y padre de Kim, y frente al “Maniático”, su rival a la hora de conquistar a la muchacha, la cual en realidad es mitad coreana y mitad árabe. Quien hace su arribo para desenterrar este tormentoso secreto y cobrarse así venganza luego de años es Max Kalba (Miguel Angel de Luca), un palestino que cegado por el rencor buscará asesinar a Terán, su hija y a todos aquellos que lo traicionaron en el pasado. Samy por consiguiente deberá perfeccionar sus conocimientos para prestar socorro a su amada y a Terán, sin saber que su nuevo instructor en el norte chileno, Soto (Alejandro Castillo), después de entrenarlo jugará un papel en su vida más allá de lo que él cree.
Con algunos pasajes jocosos que hacen referencia a cintas de culto como Kill Bill, los clásicos de Jackie Chan y hasta “La Guerra de las Galaxias” (también aquí hay un enano que es maestro), “Kiltro” al menos cumple en factura técnica. Es sorprendente lo bien realizada que está en cuanto a producción, especialmente en fotografía, salvo claro algunos paisajes pintados a la pared, siendo hasta el momento la única cinta chilena capaz de ensombrecer a “Fuga” dentro de este ítem. Sin embargo, en las actuaciones es donde encontramos definitivamente lo peor. Aunque a un Alejandro Castillo, un Luis Alarcón o una Ximena Rivas, estos dos últimos en roles bastante secundarios, nadie a estas alturas podría cuestionarlos como actores de peso, la verdad es que no lograron subirle el nivel a esta película, resultando imposible de obviar la pobrísima performance de Marko Zaror como el héroe de turno, quien como actor resultó ser un excelente doble, y mejor karateca. Lo mismo va lamentablemente para Caterina Jadresic, quien solo por su innegable belleza sale bien parada en este desafío, esperando que a futuro pueda demostrar un desempeño mejor. Y si bien los argumentos a favor de “Kiltro” apuntan a que esta no era una película pensada para complacer a los críticos, lo cierto es que si queremos innovar y entregar productos de calidad, independiente del género, al menos las actuaciones protagónicas no son un detalle menor al cual se deba pasar por alto.
El coreano Man Soo Yoon y el destacado instructor Miguel Angel de Luca cumplen dignamente con lo que se les pidió, ya que no se trata de actores profesionales. El mérito de ellos, especialmente del segundo, fue haber colaborado con Zaror en recrear espectaculares secuencias de peleas, torturas y patadas con elementos corto punzantes, las cuales harán las delicias de quienes esperan ver sangre emanando de cabezas, cuellos y miembros. Muy buenos efectos, otro punto a favor en este trabajo de Díaz Espinoza.
Claramente las colonias árabe y coreana residentes en Chile merecen una película que mejor refleje sus costumbres y diferencias, y no esta producción que solo busca entretener, atreverse con buenos recursos en un género difícil y en definitiva pasar un rato agradable. Lo mismo podríamos decir de quienes practican artes marciales y quieran una obra de culto sobre sus destrezas, y si bien “Kiltro” lo es, una película de culto, su valoración va más por el lado lúdico, y que al menos no le resta mérito por intentar emular a las producciones extranjeras, donde el pegar una buena patada vale mucho más que encontrar al nuevo Sir Lawrence Olivier entre los maestros de las artes marciales.
Interesante
Ficha Técnica
Nombre: Kiltro
Género: Artes Marciales
Director: Ernesto Díaz Espinoza
Guión: Ernesto Díaz Espinoza
Reparto: Marko Zaror, Caterina Jadresic, Miguel Angel de Luca, Alejandro Castillo, Man Soo Yoon, Roberto Abendaño, Ximena Rivas, Daniela Llorente, Mauricio Diocares, Pablo Cerda, Luis Alarcón
Producción: Derek Rundell
Montaje: Ernesto Díaz Espinoza
Fotografía: Víctor Jiménez Atkin
Música: Rocco
País: Chile
Idioma: Español
Duración: 90 minutos
Año: 2006
Link: http://www.peliculakiltro.com/